Por Francesca Díaz
Una melena rojiza, un rostro hermoso y una sonrisa inconfundible. Así es Alejandra Viamonte. Una guayanesa que tiene más de 10 años de experiencia como maquilladora y cuyo talento, más allá de crear rostros bonitos, es revestir a las mujeres de fe en la belleza que tienen.
La debacle del país ha logrado arrasar con todo. Menos con una cosa: el orgullo y la creencia férrea del venezolano de que, en estas latitudes, nacen las mujeres más bellas.
Con 7 coronas de Miss Universo ganadas, miles de certámenes exitosos y la premisa de ser la nación de las mujeres bellas, la venezolana está en una constante búsqueda por lucir bien y mantener ese estatus que tan reconocida la ha hecho en el ámbito mundial.
Es entonces cuando las guayanesas contactan a Alejandra, tal cual fuese un hada madrina, para que pueda aflorar toda su belleza, al menos, por unas horas. Llegar a sus manos es una experiencia, empezando por su estudio donde todo huele a durazno, los mangos de las brochas rebosan de purpurina y los nervios se convierten en satisfacción.
Al presentarlo así, es posible que usted pueda evocar un mundo de frivolidad y banalidades; pero para Viamonte el maquillaje va mucho más allá de ello: se trata de dibujar las líneas correctas, en un lienzo que ya es hermoso, para contribuir con el empoderamiento de las mujeres.
En casi una década de trayectoria, la maquilladora no considera irse del país. Para ella, las oportunidades que Guayana puede ofrecer son infinitas, es por ello que continúa laborando y cada día perfeccionando su lugar de paz y donde desborda su devoción por lo que, para ella, es un arte: su estudio profesional.
¿Cómo inició tu interés por el mundo del maquillaje y la belleza? ¿Quiénes fueron tus inspiraciones?
-Yo realmente no sé de dónde salió. A mi mamá no le gusta maquillarse para nada, a mi abuela tampoco. Yo no veía nada de eso. No sé. Yo nací así. Con esa personalidad. Mi mamá de adolescente no me dejaba maquillar. Tú sabes que a uno le permiten una pinturita algo… mi mamá nada. No me dejaban ponerme nada. A mí me daba rabia. Ella tiene una amiga que fue como mi tía y tiene una hija de mi edad. Cuando teníamos 15 años a ella sí la dejaban hacer todo y a mí nada. Esa tía influyó en mi mamá para empezar a dejarme.
En unas vacaciones me fui con unas tías a Puerto la Cruz para pasar una temporada allá. Para “sobrevivir” mi mamá me dio un poco de dinero. En ese momento, fueron como 20 bolívares. Yo agarré y me fui para un centro comercial, no le dije nada a nadie, me compré una base, unas sombras de los chinos, un lápiz de ojos negros y un polvo.
A partir de allí me empecé a maquillar todos los días. Veía tutoriales y empecé a maquillarme. Mi papá me regaló mis primeras brochas. Eso fue hace 10 años, en ese momento estaban muy de moda los colores. Usar sombras de colores y las youtubers se hacían maquillajes cargados. Allí empecé a ver videos y a maquillarme. Era una niña de 15 años. Maquillaba a mis tías… Viajé a Estados Unidos y por allá me compré cositas también. No tan costosas, pero así empecé.
– ¿Qué es lo más importante para hacer un buen trabajo?
La pasión. Yo no lo hice nunca por dinero, ahorita hay mucha gente que hace esas cosas por dinero. Y sí, es un trabajo bueno; pero si tú no lo haces con el corazón, no te sale bien. Es algo que se nota. Mi trabajo yo lo hago con pasión. Si me siento triste, me vengo para acá y se me quita toda la tristeza al compartir con mis clientas. Esto es lo que me hace feliz.
Para muchas niñas, el maquillaje es un tabú. Las madres insisten en que le hace daño a la piel, no es bueno… ¿qué puedes decirnos sobre eso?
-Es cuestión de desmaquillarse y usar buenos productos, que pueden ser de bajo costo, pero no réplicas. Mi mayor consejo es que entiendan que la base fundamental de cualquier cosa es hacerla correctamente y educarse. Para maquillarse hay que aprender e irse educando. Y eso aplica para maquilladores profesionales, hay que prepararse. Puedes tener el maquillaje más caro, pero si no te preparas, eres nada.
Un huracán de felicidad y confianza es la primera sensación que ofrece Alejandra cuando se conoce. Pero más allá de su fascinación por el color rosa, la joven de 25 años ha vivido en carne propia la rudeza de los prejuicios y la crueldad del escrutinio al que la mujer es sometida en sociedades como la venezolana.
“Siempre fui gorda, toda la vida”, recuerda. Su sobrepeso rozó la obesidad mórbida cuando arribó los 90 kilos. Las miradas, los comentarios y la crueldad nunca faltaron. Confiesa, que, aunque intentara ignorarlos, en las noches cuando se miraba al espejo no se sentía conforme con lo que veía.
A pesar de que lo evoca entre risas, recuerda claramente cómo la propietaria de una estética de la ciudad, tan solo al verla entrar al lugar, la miró y le dijo “tan bonita y tan gorda”.
Más allá de la estética, su sobrepeso le impedía trabajar. Para su tercera cliente del día ya no podía mantenerse en pie, ya que sufría de hinchazón, desplazarse se volvió un reto y era cotidiano llorar en los probadores por no conseguir sus tallas de ropa. Fue entonces cuando decidió someterse a una intervención para bajar de peso.
Alejandra se ha mostrado abierta en redes sociales y, a través de su historia, busca crear conexiones con otras mujeres que estén en situaciones y decirles que siempre pueden tomar el control y cambiar sus vidas.
En redes has contado cómo el sobrepeso fue un obstáculo para afianzar tu confianza. ¿De qué manera te afectaba no verte como deseabas y qué hiciste para mejorar esa situación?
-Yo toda la vida fui gordita. Siempre fui gorda. Yo traté de que eso no me afectara tanto, pero igual afecta porque los niños son muy crueles. Los niños y los adultos. En este país está muy satanizado el sobrepeso. Es un país de mujeres bellas y de operaciones y todo esto. Quiero decir que, tampoco apoyo la obesidad, porque eso es una enfermedad.
Mucho más allá de lo físico. La obesidad es una enfermedad. Hay una tendencia a romantizar el sobrepeso y que las modelos son curvy y todo eso. Está perfecto amarse a una mismo, pero si te amas, debes cuidarte. Estar sano. Una persona obesa no es sana. Por eso decidí operarme.
Me sentía mal. No me podía poner un traje de baño, no conseguía ropa. Llegó un momento en que solo usaba ropa ancha. Yo soy pequeña de estatura y llegué a pesar casi 100 kilos. Estaba a punto de llegar a la obesidad mórbida. Maquillaba y se me hinchaban los pies. Los pies se me llenaban de líquido. Ya no podía seguir así. Tenía que hacer algo por mí.
– ¿El proceso de la operación lo pagaste con tu propio trabajo?
–Sí. Pensé en operarme por consejo de una amiga. Yo decía que no quería operarme, pensé que podía sola. Porque también aquí satanizan mucho la bariátrica (operación), cosa que no debería ser, ya que es una operación que hace mucho por ti. Te cortan una parte del estómago, pero si tú no tienes los cuidados vas a quedar como un gancho. Es una operación que exige cuidados especiales. La gente por eso le tiene mucho miedo a esa operación.
Yo seguí mi dieta correctamente y no quedé demasiado delgada. Esa operación costaba 2500 dólares. Mi mamá estaba en contra. Lo odiaba. Decía que me pondría fea, flaca, demacrada…
Yo no tenía dinero. Era diciembre y yo decidí que en enero me iba a operar. Trabajé mucho maquillando, ahorré, pedí un préstamo… Nadie quería que me operara, pero al final logré reunir el dinero.
Para mí, el proceso fue fácil. Hay que aprender a comer nuevamente. Vas a sentir que tienes hambre, pero tu cuerpo no puede soportar esa comida. Hay que cambiarse el chip y saber que vas a comer menos y mejor. La primera semana es de líquidos claros únicamente, luego más espesos… Eres como un bebé. Pero yo no sufrí nunca. Nunca me puse súper flaca ni se me cayó el cabello. Nada. Pero es necesario seguir las instrucciones.
Muchos están en contra del maquillaje y las cirugías porque consideran que, si hay intervenciones, no hay amor propio verdadero. ¿Qué opinas sobre esto?
–Como yo me amo, yo quiero estar mejor. Me amo y quiero hacerme este cambio para estar mejor conmigo misma. Yo lo veo así. Hay cosas que se pueden mejorar y si está en tus posibilidades cambiarlo, fino. Yo me amo y como me amo me quiero sentir mejor.
¿Cuál crees que es el aporte o el impacto que puede tener sentirse cómoda y hermosa para una mujer ya sea con un maquillaje o un cambio de estilo?
-Las mujeres se suelen maquillar para ir a eventos. Lo primero que la gente va a ver es tu cara. El maquillaje es lo más importante. Las mujeres que salen súper empoderadas, se sienten más seguras.
Yo no maquillo a la gente para que parezca otra persona, sino para que se vea una versión mejorada. No es necesario que parezca otra persona, sino mejorar lo que tenemos.
Cuando te hacen un mal maquillaje, eso se nota. La persona a quien le hacen un mal trabajo tiene un cambio de actitud. No quiere ir al evento, se siente mal, no se quiere tomar fotos. Realmente es una cuestión de confianza en ti misma y el maquillaje te ayuda en eso.
Además, el maquillaje es un arte y cada maquillador tiene un estilo diferente. Cada maquillador tiene su estilo. Es liberador y apasionante. Me encanta dibujar a mis clientas y crear sobre sus rostros.
Alejandra tiene clara su proyección, su futuro y sus metas, entre ellas, el objetivo de llegar a maquillar en el Miss Universo. Sin embargo, irse del país no está entre sus planes, ya que, en sus palabras, ella sigue apostando a esta ciudad.
Aviamontemakeup, es decir, su marca personal, inició en un cuartito en la casa de su madre. Un solo espejo y muchas ganas de crear.
“Yo siempre he pensado en crecer y darle lo mejor a mis clientas. En casa de mi mamá no pagaba luz ni nada, pero yo quería seguir. Crecer. No me puedo quedar aquí. Quería brindar una mejor atención y ofrecer un lugar que sea maravilloso. Quiero que mis clientas estén aquí y sientan que es un escape. Mis clientas se enganchan conmigo por el servicio. Les encanta el maquillaje, pero ellas vienen a maquillarse conmigo por la experiencia”, explica la artista.
Aunque la crisis económica también la ha golpeado, especialmente en la pandemia, aseguró que para ella ha sido de gran ayuda organizarse, plantearse sus propios objetivos y no desistir.
-¿Cuál crees que ha sido la clave de tu éxito?
Yo creo que la gente si identifica mucho conmigo. Yo he hablado mucho sobre mi vida. Que me operé, que rebajé, que hice esto. Me escriben muchísimo y les llama la atención. Mi marca también incluye esas historias y esa contención. A mí me gusta que la gente se sienta cómoda, que pueda hablar de lo que le dé la gana. Las mujeres necesitamos hablar, ser libres. Me gusta que se sientan cómodas para expresarse.
¿Cuál es tu mensaje para aquellas personas que desean desarrollarse y generar ganancias en Guayana, pero no tienen acceso a capital o recursos?
–En primer lugar, les diría que no se desesperen y pretendan tener todo de una sola vez. Es un trabajo de hormiguita. Paso a paso. Voy poco a poco construyendo mis sueños.
Lo más importante es no desistir y trabajar constantemente. Todo lo que uno se propone lograr, lo logra con trabajo duro y esfuerzo. No compares tu camino con el de nadie porque cada quien hace sus cosas diferentes.
Es ir construyendo. Desde que compré mis primeras cosas hasta ahora. No desistan y no se comparen con nadie porque todo lo que ustedes se propongan lo pueden lograr.
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